Teherán, IRNA- El 3 de julio de 1988 tuvo lugar uno de los cinco ataques más letales contra vuelos comerciales.


A las 9:53 de la mañana, el Capitán Mohsen Rezaian pilotaba el Vuelo 655 de Iran Air, un avión comercial de pasajeros en un vuelo rutinario desde la ciudad portuaria iraní de Bandar Abbas a Dubái, un vuelo con 290 viajeros a bordo.

De repente, sin ningún aviso previo, dos misiles tierra-aire lanzados desde el buque de guerra estadounidense Vincennes impactaron contra el avión que posteriormente se estrelló en el Golfo pérsico, concretamente en la zona del Estrecho de Ormuz.

La “pesca” ese día en el Golfo Pérsico fue la más trágica de todas las que se recuerdan. Flotando como muñecos en el mar, 105 cuerpos pertenecientes a los pasajeros del Airbus de Iran Air fueron recogidos por las embarcaciones iraníes. Unos 200 cadáveres, de los 290, pudieron ser rescatados, algunos a más de cinco kilómetros de distancia del lugar de la tragedia.

El asesinato de civiles inocentes (incluidos 66 niños) fue catalogado desde entonces en la categoría de las tragedias más absurdas y criminales de esa época, colocando en un punto de inflexión el futuro de la política norteamericana en la zona.

Aunque poco después del suceso EEUU concedió una medalla de honor al capitán del buque intentando justificar que la aeronave iraní era militar, las fotografías divulgadas de los cadáveres de niños y mujeres, desmintieron todas sus afirmaciones.

Dos días después, la República Islámica presentó una queja al entonces presidente del Consejo de Seguridad de la ONU instando a investigar el caso, y presentó así mismo su protesta ante La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), aunque ambos rechazaron condenar el brutal crimen de EEUU.

Y a pesar de haber transcurrido tantos años de esa matanza que dejó 290 personas asesinadas,  el dossier de ese crimen permanece cerrado debido a la debilidad de la comunidad internacional.

De hecho, con ese terrible crimen en el cual la vida de numerosas personas  indefensas  se convirtió en el blanco de la venganza de la arrogancia mundial, EEUU desveló su negro historial en materia de derechos humanos, aunque las autoridades  de entonces de aquel país declararon que el objetivo del derribo del Airbus iraní era obligar a la República Islámica a poner fin a la guerra impuesta por Irak.

31 años más tarde, un dron no tripulado y un avión estadounidense volvieron a violar el espacio aéreo iraní el pasado 20 de junio, y aunque el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica derribó el RQ-4 Global Hawk, no hizo lo propio con el P-8 que viajaba con 35 personas a bordo.

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