A continuación, viene la detallada entrevista con esa analista mexicana.
¿Cuál es su evaluación del impacto de la victoria de Gustavo Petro como primer presidente de izquierda en Colombia y la posible victoria de Lula da Silva en Brasil en el proceso de integración y fortalecimiento de la izquierda en América Latina?
El impacto de esta victoria es local, regional e internacional. Por tercera ocasión, el eco-ambientalista Gustavo Petro aspiraba a la presidencia de su país ¡Y lo logró! Este hombre, que hace 40 años luchó por mejorar las condiciones de Colombia como el guerrillero Aureliano, que después hizo lo mismo como alcalde de Bogotá y senador, ha sido electo por 11 millones de personas.
Él hace el mismo camino que hace más de dos décadas siguió el sindicalista metalúrgico brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. Ambos representan la voz urgente de sus pueblos empobrecidos por la avaricia imperial. La elección de un programa político de izquierda en Colombia, semejante al de Lula en Brasil, fortalece la idea de que es posible la integración de esta América Latina tan heterogénea.
Ese deseo de integración, se ha visto en los triunfos sucesivos en: México, Bolivia, Argentina, Perú y Chile. Es por ello que resurge la esperanza de la reelección de Lula en octubre, pues sigue siendo visto como el luchador político y presidente más prestigiado de América Latina.
Detrás de la elección de Petro está la necesidad de esos colombianos por dejar de ser explotados por la élite y oligarquía local. Ya no quieren ser condenados a la pobreza y la violencia que les impusieron las trasnacionales agrícolas, mineras y maquiladoras de Estados Unidos en provecho del capitalismo imperial.
Es significativo que Petro y Márquez lleguen con la mayor cantidad de votos que ha recibido un gobernante de Colombia. Eso refleja que, con su voto mayoritario, la población de las regiones mostró al mundo que Colombia es un estado multicultural que exige respeto y visión de futuro a sus gobernantes.
El nuevo gobierno, entre 2022-2026, se desarrollará en un contexto internacional complejo: en la más hostil acción de Occidente hacia Rusia, China, Irán y países latinoamericanos - como Cuba y Venezuela -, así como otros en Medio Oriente. De ahí que el triunfo de esa izquierda humanista haya sido muy bien recibido en América Latina y otros actores globales que emergen para hacer más multilateral este mundo.
También enfrentará desafíos críticos en la economía global por la pandemia de COVID19, agravados por la tensión en Europa del este y las dificultades para acceder a bienes alimentarios y energéticos, así como los serios embates del cambio climático.
¿Cómo evalúa las perspectivas de influencia de China y Rusia en la región latinoamericana bajo el nuevo gobierno colombiano?
Los innegables avances económicos, sociales, tecnológicos, industriales y políticos de esos dos colosos asiáticos atraen el interés de toda América Latina. Pero no sólo ellos; con la mayor información que fluye hoy en el mundo, en la región se conocen los avances de otros gobiernos, como el de la República Islámica de Irán.
Y esa información alternativa, a pesar del fuerte dominio del pensamiento excluyente y neoliberal que Estados Unidos ha impuesto por siglos, se ha abierto camino en Colombia.
En su primer mensaje tras la victoria, Gustavo Petro afirmó: “De manera franca vamos a desarrollar el capitalismo” y advirtió que no será para imitar al feudalismo o nuevos esclavismos, sino para crear empleos, generar nuevas tecnologías y una economía fuerte.
Estoy segura que cuando dijo esos conceptos pensaba en el ejemplar desarrollo de China y Rusia, pero también del muy influyente rol energético y tecnológico de Irán – como lo ha demostrado en América Latina - y de seguridad.
Ante la voluntad del presidente electo de retomar las relaciones con Venezuela, ¿cree que cambiará la redefinición de la política exterior del país hacia otros países, incluida la República Islámica de Irán? En caso afirmativo, ¿a qué nivel y dimensiones?
Es evidente que esa reanudación de relaciones, entre dos países hermanos y vecinos con historia común, sacudirá los cimientos de la política exterior excluyente, racista y sumisa que desafortunadamente impusieron por más de medio siglo los gobernantes ultra-derechistas de Colombia.
En principio, bajo el derecho internacional y la autodeterminación de los pueblos es válido y enriquecedor para todos el restablecimiento de relaciones entre Colombia y Venezuela; así como con la República Islámica de Irán.
En segundo lugar, enviará un mensaje al mundo – y a Estados Unidos - de que Colombia rechaza la unipolaridad y la hegemonía; que apuesta por un mundo donde el comercio, la tecnología, la energía, las comunicaciones fluyan libremente para contribuir a su desarrollo y al de la comunidad internacional.
No será fácil que las oligarquías lo acepten. Petro, Márquez y los 11 millones de colombianos saben que enfrentarán a esa oposición de derecha adoctrinada hace décadas por los centros de manipulación psicológica de Estados Unidos y sus aliados. Que con sus medios se valen de estrategias de descrédito a gobiernos que defienden su soberanía en favor del desarrollo de sus sociedades como China, Rusia, Irán y ahora, Colombia.
Pero el mundo es otro, las sociedades disponen de información alternativa, concluye la internacionalista.
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