En un mensaje emitido con motivo del año nuevo iraní, el Ayatolá Jamenei aseguró que el coronavirus y las sanciones acabarán beneficiando al pueblo iraní.
El texto completo del discurso de Su Eminencia es el siguiente:
En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso
¡Oh, Tú que transfiguras corazones y visiones! ¡Tú, que dispones el día y la noche! ¡Tú, que transformas el año y los estados! ¡Transforma nuestro estado en el mejor de los estados!
El Nowruz de este año coincide con el día del martirio del Imam Musa ibn Yaafar (con él la paz), por lo que conviene iniciar estas palabras con una parte de las oraciones específicas dedicadas a aquel gran hombre: «¡Oh, Dios! ¡Bendice a Musa ibn Yaafar, heredero de los justos, dirigente de los buenos, depósito de luces divinas, compañero de dilatadas postraciones, abundantes lágrimas, grandes confidencias espirituales! ¡Oh, Dios! ¡Bendícelo a él, a sus antepasados y sus descendientes excelsos, inmaculados y puros! Con ellos la misericordia de Dios y Sus bendiciones».
Felicito la venturosa fiesta de la Misión Profética y la fiesta llena de frescura de Nowruz a la querida nación iraní en su totalidad y, en particular, a las honorables y estimadas familias de los mártires, a los heridos de guerra y a sus esforzados y pacientes familiares, así como a quienes hacen el Yihad en el terreno de la salud, que tanto han brillado en las últimas semanas, y a todas aquellas personas afanosas que han asumido una parte de la tarea en estas circunstancias difíciles y están prestando servicios con lealtad, interés y motivación en ciudades, pueblos, carreteras, fronteras y distintos lugares del país. Expreso mi felicitación a todos ellos —feliz Año Nuevo— y saludo el alma purificada del gran imam Jomeiní, así como las excelsas almas de los mártires.
Considero asimismo necesario expresar tanto mis condolencias como mi felicitación a los familiares de los mártires del año hegiriano solar 1398, los mártires de la defensa de los santuarios, los mártires de las fronteras y, a la cabeza de todos ellos, nuestro gran y querido mártir, el general Soleimaní y sus acompañantes, y el mártir Abu Mahdi al-Muhandis y los suyos. Del mismo modo, transmito mi pésame a las familias de los mártires del incidente de Kermán, a las familias de los mártires del incidente del avión y a las familias de los mártires de la salud, esas personas que, sirviendo a los enfermos, han alcanzado el elevado rango de la muerte en martirio por Dios, y les felicito tanto Nowruz como el alto rango alcanzado por sus descendientes, estando convencido de que todos estos sucesos terminarán, si Dios quiere, beneficiando a la nación iraní, como ahora explicaré.
El 98 ha sido para la nación iraní un año turbulento; un año que comenzó con inundaciones y acaba con el coronavirus, tras transcurrir con incidentes variopintos para el país y para parte de la gente del país, tales como terremotos, embargos y otros similares. La culminación de esos incidentes fue el crimen terrorista de Estados Unidos y el martirio del ilustre general de Irán y del Islam que fue el mártir Soleimaní. Los contratiempos con que se ha encontrado la gente a lo largo del año no han sido pocos. Así es como ha pasado el año, por lo que ha sido un año difícil. Sin embargo, lo importante es que, junto a esas dificultades, en este año ha habido también glorias, algunas de ella inauditas. La nación iraní ha brillado, en el verdadero sentido de la palabra.
Con las inundaciones de principios de años, un torrente de personas devotas y resueltas se dirigió hacia las provincias, ciudades y pueblos afectados para ayudar a la gente. Nuestro pueblo, viejos y jóvenes, creó escenas de gran belleza al ir a las regiones afectadas por las riadas, vaciar las casas llenas de lodo y barro y lavar los muebles, alfombras y enseres de la gente, aliviando su padecimiento por las inundaciones. En el incidente del gran martirio de nuestro querido general, la población realizó una acción inmensa al exhibir decenas de millones de personas su presencia a ojos del mundo. Esa concentración que se formó en Teherán y las multitudes que se formaron en Qom, Ahvaz, Isfahán, Mashhad, Tabriz y Kermán son concentraciones que uno no ve en condiciones normales en ningún lugar del mundo en esas proporciones, con esa intensidad y esa motivación. Tampoco tienen precedentes en nuestra historia. La presencia popular, la excitación general y que la gente mostrara a qué cosas tiene apego fue muy importante para la reputación del país y para la dignidad de la nación iraní. En el asunto de esta enfermedad reciente del coronavirus, han sido notabilísimos los sacrificios realizados, que han movido a la admiración incluso a personas que están fuera del país. En primer lugar, los de los grupos médicos —médicos, enfermeros, asistentes sanitarios, directivos y trabajadores relacionados con los hospitales—. Junto a ellos, los de los grupos populares de voluntarios, universitarios, estudiantes de ciencias islámicas, basiyíes y personas de todo tipo que han ido a asistir con labores médicas y de enfermería a esos pacientes. Es fuente de honra y dignidad haber ido a socorrer al personal médico. Están los grupos de apoyo, las personas que han puesto sus fábricas o incluso sus propias casas a disposición de la producción de instrumental y de los medios necesarios para los enfermos o para el común y el conjunto de la población, como guantes, mascarillas y demás. Hay grupos de servicio como los de quienes han ido a las calles a desinfectar las calles en sí o puntos concretos a los que acude la gente, o aquellos como los de los jóvenes que han decidido ayudar a personas mayores yendo a sus casas, haciéndoles las compras o facilitándoles algún género, haciéndolo además gratis: guantes gratis, cubrebocas gratis. Algunos han ayudado a comerciantes en dificultades no cobrándoles un alquiler, retrasando el pago de sus deudas y con ayudas de esa clase.
Todo esto son bellezas que se muestran en los momentos difíciles. El pueblo iraní ha mostrado sus virtudes a través de esos grupos y con esas labores, a las que he aludido en una pequeña parte. Yo doy las gracias sinceramente y de corazón a todas esas personas a las que he hecho referencia y mencionado, y les prometo que los espera la retribución divina, tanto la retribución en este mundo como en el otro.
Bien, esto ha sido una dura prueba. Las pruebas que hemos pasado en el año 98 han sido duras, pero pasar con éxito las dificultades y hacerlo con buen ánimo, en sí mismo, fortalece a una nación. Una nación no llega a ninguna parte buscando la comodidad y la holgura, sino plantando cara a los problemas, manteniendo la moral frente a ellos y superándolos, y la nación iraní los ha superado y seguirá superándolos. Son esas cosas las que dan poderío y credibilidad a las naciones.
Otro punto que hay en estos sucesos, ya sea en los naturales, como inundaciones y terremotos, o en los fabricados desde el extranjero, como el bloqueo y similares, es que se advierten las propias debilidades, tanto las debilidades naturales propias de uno —haciéndonos entender que no hay que enorgullecerse, porque todos somos débiles y vulnerables— como las debilidades que aquejan por fuerza al ser humano en el enfrentamiento con los incidentes. Conozcamos nuestras debilidades. El ser humano debe salir del orgullo y la inconsciencia, dirigirse hacia Dios y pedir Su ayuda. «Aquel que llega a quien no seas Tú sufre privación, aquel que se vuelve a quien no seas Tú incurre en daños, y quienquiera que se dirija hacia quien no seas Tú se verá en necesidad». Así son las plegarias del mes de rayab. No hay que ir a otra casa que no sea la de Dios. Si vamos a otra casa, volveremos desesperanzados. Si dirigimos las manos para suplicar a otro que no sea Dios, volveremos con las manos vacías. Todos los instrumentos del mundo son herramientas divinas, es Él el causante de las causas y los medios, y con esos medios debemos trabajar y utilizarlos, pero el resultado y el efecto debemos pedirlo a Dios el Altísimo. Esta era una primera cuestión.
Hablemos ahora del año 99, que está empezando. En primer lugar, pido a Dios el Altísimo que haga de este año un año de grandes triunfos; al Imam Mahdi (por él sean sacrificadas nuestras almas), capitán de este navío, le diría que haga llegar este país suyo a la orilla de la salvación, y que dé apoyo y ayuda a la devota nación de Irán; y al pueblo de Irán le diría que, del mismo modo en que a lo largo de estos largos años —no solo en el año 98— se ha enfrentado con valentía y buen ánimo a los diversos sucesos, sigan plantando cara en adelante a todos los sucesos con buen ánimo y con esperanza, y estén seguros de que estas amarguras pasarán: «En verdad, junto a la dificultad viene la facilidad» (Sagrado Corán, 94:6). Con toda certeza, una facilidad espera a la nación iraní. No cabe duda de ello. Si hay algunos que se imaginan que en tal punto de la administración del país se está trabajando poco, este servidor no confirma tal cosa. Yo soy testigo de cerca y lo veo: todos están trabajando, cada uno en la medida de sus capacidades. Los grupos científicos y de investigación, de una manera; los actores sociales, de otra; los responsables gubernamentales y judiciales, de otra. Y, si Dios quiere, todos estos esfuerzos recibirán Su bendición, y la nación pasará este atolladero con plena salud y la cabeza alta, Dios mediante.
Pasando a la divisa del año: el pasado año 98 lo presentamos como Año de la Expansión de la Producción, y déjenme decirle a la querida nación iraní que esa divisa fue bien recibida en la práctica. En un primer momento la acogieron bien los expertos, diciendo que la producción era la cuestión esencial, pero también fue bien recibida en la práctica. De acuerdo con informes veraces que hay a disposición de este servidor, la producción del país ha experimentado una activación. Algunas fábricas que habían caído en un estancamiento y se habían parado han vuelto a la actividad, y algunas que trabajaban por debajo de su capacidad han alcanzado un buen nivel. Han entrado en acción empresas basadas en el conocimiento, los distintos organismos se han esforzado y han trabajado, la producción ha experimentado una activación… Se han hecho cosas: en el campo de la investigación —que es la fuente de la producción—, en este año se ha trabajado en el país con seriedad, y yo mismo he visto muestras de ello. Bien, esas cosas se han hecho. No es cierto que no se haya trabajado. Ahora, lo que yo quiero decir es que el trabajo que se ha hecho hasta ahora es posible que no sea ni una décima parte de lo que necesita el país, aunque si digo una décima parte no lo hago basándome en datos precisos, sino a modo de aproximación, es decir, que quizá haga falta trabajar diez veces más, ya se trate de trabajo de investigación, de trabajo productivo o de trabajo de distintos tipos, para que la expansión de la producción tenga efecto en la vida de la gente. En el año 98, nuestra producción experimentó un impulso, se activó y echó a andar hasta cierto punto, pero en la vida de la gente el efecto no se sintió. Debemos llevar la producción a un punto en el que surta efectos en la vida de la gente. Claro está que son muchas las cuestiones económicas que se plantean al país: la cuestión de las reformas bancarias, las reformas aduaneras, reformas fiscales, mejora del entorno empresarial y otras similares. Pero la producción cumple una función única e irremplazable. Consigamos poner en marcha la producción, gracias al vasto mercado interno del país, aunque la producción requiera ventas en los mercados exteriores, porque, además de poder estar en contacto con los mercados externos, el mercado fundamental para nuestras ventas está en el interior del país, en esta población de ochenta millones de personas. Si logramos, Dios mediante, dar un impulso a la producción y sacarla adelante, con toda certeza los problemas económicos se terminarán y estos embargos que han impuesto acabarán beneficiándonos. Por ahora, es cierto, han causado daños, pero a la vez ha habido también beneficios: nos ha obligado a pensar en nuestros propios medios, a pensar en obtener lo necesario para vivir y satisfacer las necesidades del país a través de los medios del interior, lo que para nosotros es muy valioso, y eso, si Dios quiere, continuará.
De manera que seguimos necesitando producir. El año pasado dijimos «expansión de la producción», y este año un servidor les dice «salto de la producción». Este año es el Año del Salto de la Producción. Esa es la divisa de este año: que los encargados actúen de tal manera que, si Dios quiere, la producción dé un salto y en la vida de la gente se opere, si Dios quiere, un cambio sensible. Por supuesto, eso requiere labores planificación: del Instituto de Planificación, a su manera; de la Asamblea de Consulta Islámica y su Centro de Investigaciones, a la suya; del Poder Judicial, a la suya —porque la Judicatura tiene también una función—; de los complejos basados en el conocimiento, a la suya; y a la suya de los grupos de jóvenes y de iniciativa, que, gracias a Dios, son muchos en el país y un servidor ha mantenido reuniones excelentes y muy provechosas con algunos de ellos a lo largo de este año que termina, el 98, y en el año anterior, viéndolos de cerca, escuchándolos de cerca: jóvenes con interés por trabajar, dispuestos a trabajar, llenos de esperanza, energía, motivación, talento e inventiva. Esos jóvenes, gracias a Dios, están ahí y deben participar todos ellos en la planificación, para que, de esa manera, esta tarea avance, si Dios quiere.
Espero que este año traiga bendiciones para todos ustedes, que traiga bendiciones para todos ustedes la venturosa fiesta de la Misión Profética y, si Dios quiere, que sean ustedes objeto de la atención divina, y la nación iraní vea incrementarse día a día su buena disposición, su recurso a la ayuda divina y su espiritualidad.
Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.
Fuente: Khamenei.ir
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