“Una de las cosas en las que creen los dirigentes rusos es que pueden durar más que el apoyo de Occidente [a Ucrania]”, señaló el alto cargo castrense.
En este contexto, Kirchhofer mostró su pesimismo sobre los suministros de municiones de racimo y sistemas de lanzacohetes múltiples HIMARS por parte de EE.UU., así como los misiles de crucero Storm Shadow por parte de Reino Unido.
“Desgraciadamente, nada de eso es lo que buscan los ucranianos que les permitirá abrirse camino”, destacó el alto oficial militar.
Por otra parte, según informa el diario estadounidense The New York Times, los funcionarios estadounidenses y analistas militares advierten de que las bombas de racimo —prohibidas en muchos países— aliviarán la escasez de municiones de artillería de Ucrania, pero probablemente no ayudarán de inmediato a Kiev en su ofensiva contra las defensas rusas.
“La escala del efecto será modesta”, indicó Jack Watling, investigador principal del “Royal United Services Institute” de Londres, quién realizó varios viajes a Ucrania. “Hará que la artillería ucraniana sea un poco más letal. El impacto real se sentirá más adelante con los años, cuando Ucrania disponga significativamente de más munición”, pronosticó.
El envío de municiones de racimo, arma sumamente peligrosa con un negro historial por causar efectos devastadores y numerosas víctimas civiles, anunciado el 7 de julio por la Casa Blanca, forma parte de un nuevo paquete de ayudas ofensivas al país eslavo.
En una entrevista con la cadena CNN, el presidente estadounidense, a su vez, justificó la controvertida medida, diciendo que los ucranianos “se están quedando sin munición” y “necesitan” estas armas.
Rusia se niega a la entrega de tales armas prohibidas a Ucrania en “gesto de desesperación” y alerta de que el uso de estas bombas provocaría una tercera guerra mundial, o peor aún, un “Armagedón nuclear”, mientras prometió responder al suministro de este armamento letal.